Llevamos algunas semanas en las que se alternan sin cesar estados ambientales que nos están desorientando de modo extraordinario. Las altas temperaturas diurnas en dias de más de treinta horas, bajo el brillante reflejo amarillento, se intercalan ahora con rayos de luces azul-rosadas que son como chorros de aire fresco. De momento no podemos mirar el cielo si no es con algún cristal muy opaco, a través del cual observamos la presencia de un pequeño nuevo Sol que gira presumiblemente alrededor de nuestro descentrado Astro. No nos ponemos de acuerdo en quanto a si se trata de un extraño y enorme planeta ó si es una auténtica estrella con propiedades anómalas. Al principio nos pareció otro Sol con idénticas características al nuestro, que se había enganchado en el campo gravitatorio, girando a gran velocidad. Sin embargo algo  ha sucedido, ya que entre ambos saltan gigantescos vórtices eléctricos que están cambiando la naturaleza radiante del nuevo astro. Este parece emitir frío en vez de calor, esa es la sensación, mientras el Sol da la impresión de estar a punto de estallar.
Las noches, que a veces son de seis horas y en otras de dieciocho, con una Luna que ahora hace giros sobre nuestras cabezas a la par que desaparece en el horizonte, son de una belleza tan brutal como frías. No existe la oscuridad tal como la conocíamos. Una ténue iluminación que va del violeta-anaranjado al azul-dorado se expande en forma de anillos por los contornos del planeta quedando todo impregnado de una escarcha multicolor que se multiplica cuando nuestro satélite, que ahora parece formar parte de un binomio con La Tierra, brilla con tonos pálidos verde-rosados. La Luna es hasta tres veces mayor que antes y en otra fase tres veces menor. Cada cincuenta dias cortos-largos entra en fase menguante durante diez dias en los que las noches son más cortas. Después en tres dias cortos reaparece en la distancia como una nebulosa esférica rosada que rápidamente se nos echa encima sobre la perpendicular para volver a sus giros mientras desciende majestuosa por el horizonte. Pero el frío es muy intenso y seco, te puedes quedar helado en pocos minutos, cosa que ha ocurrido en varias ocasiones.
El paisaje que divisamos en estas circunstancias es de lo más extraterrestre. Mientras por el día la vaporización de los grandes efluvios de los manantiales subterraneos mantienen una constante pantalla neblinosa que cubre todo el entorno, empapando la naturaleza vegetal que ha sobrevivido y que va resurgiendo poco a poco con otros tintes colorísticos, por la noche todo queda petrificado, cristalizado en fase hibernante por unas horas. El paisaje se vuelve una especie de escultura diamantina con reflejos preciosos.
Lástima que no estemos preparados para este cambio. Solo nuestros hijos mutantes parecen ser aptos para este ámbito, pero creo que en sus interiores hay algo aberrante producto de nuestra insensatez que no los dejará disfrutar ni sentir con gozo la nueva existencia.
Nosotros solo podemos cobijarnos en la gruta y sobrevivir con quanto arrastramos del pasado, durante el tiempo que nuestros viejos cuerpos resistan. Tal vez un milagro divino o la intervención de esas constantes presencias de bolas de luz que pensamos se tratan de seres de otra naturaleza, pueden darnos algun tipo de esperanza.
 
